Diálogos con El Niño Interior: Sueños

Era una masa informe la que tenía ante mí.
—¿Quién eres?—fue lo único que pude preguntar pues no me importaba qué estaba haciendo allí ni dónde estaba. Para mi sorpresa la masa respondió.
—Yo soy tú.
La respuesta no me sorprendió, de algún modo tenía toda la coherencia del mundo, lo que me causaba verdadera ansiedad era no poder distinguir la forma de aquella voz.
—No puedo reconocerte… o reconocerme.
—Porque mi aspecto sólo depende de tus decisiones, aún no tengo forma, soy tú en el día de tu muerte.
—¿Esto es un sueño?
—Sueño podría ser una forma de llamarlo, es sólo un lugar donde no hay tiempo ni espacio, lo importante no es dónde, sino por qué. Estás aquí para conocer a alguien.
La masa guardó silencio y aunque no tenía forma sentí que señalaba a mi espalda, como invitándome a volverme. Lo hice por instinto y me encontré con un niño, un niño que sí reconocía, era yo, debía de tener cerca de siete años y estaba ante mí mirándome fijamente sin una expresión clara en el rostro. ¿Era orgullo, paz, tristeza, decepción? Su pregunta golpeó como un mazo.
—¿Dónde están mis sueños?
No supe responder.
—Tranquilo, esa es la pregunta que te ha traído aquí —dijo la masa informe, su voz resultaba reconfortante—. Si te tocara la lotería, ¿seguirías haciendo lo mismo que haces ahora? Si supieras que vas a morir mañana, ¿hubieras hecho lo mismo hoy? Si la respuesta es sí puedes estar tranquilo.
Abrí los ojos sobresaltado, en la cama de mi cuarto, con el eco de la frase en la cabeza. Me incorporé muy despacio, antes de que sonara el despertador, hice el desayuno, me vestí el uniforme y puse rumbo al trabajo mientras el sueño se iba borrando de mi mente.

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