—Total, para veinte euros ¿qué puedo comprar ?¿unos calcetines? —preguntó la mujer resoplando con decepción.
Yo la miré, mordiéndome la lengua para no decirle cuatro cosas bien dichas, mi mente voló hacia la persona que le había regalado ese vale de veinte euros, Mary Carmen, me alegré de que no la hubiera acompañado a escoger algo y así ahorrarse escuchar el comentario mordaz de su amiga.
La primera vez que ví a Mary Carmen, yo acababa de abrir la tienda, apenas hacía una semana, era nueva en el barrio y tenía todas las dudas del mundo sobre el futuro de mi negocio. Recuerdo que entró en la tienda despacito, mirándolo todo con los ojos bien abiertos, como si fuera un niño en una tienda de chucherías.
—¡Qué tienda más bonita, y que buen gusto! —lo dijo ofreciéndome una amplia sonrisa.
—Muchas gracias. Si ves algo que te guste o si necesitas alguna cosita en especial, dímelo.
Ella miró a su alrededor nuevamente posando sus ojos sobre cada prenda expuesta y se encogió de hombros emitiendo un pequeño suspiro.
—Bueno la verdad…
—Esta semana estoy de promoción por nueva apertura —dije intuyendo el problema.
—¿Tienes esas medias que te aprietan? Me paso el día de pie y una amiga me habló de unas medias que te aprietan ayudando a la circulación.
—Medias de compresión.
—Sí, esas.
—Son estupendas, yo también las uso.
—¿Son muy caras?
—Cuestan doce noventa y cinco. —Se quedó pensativa y añadí—. Pero acuérdate que estoy de promoción, así que te quedarían en nueve noventa y cinco.—Sonrió. ¡Qué tontería! pensé, tres euros que no van a ninguna parte, pero a veces marcan una gran diferencia—. ¿Qué llevas la M?
—Sí —asintió sorprendida—. ¿Cómo lo sabes?
—Es mi trabajo.
Quince años pasaron de aquel primer encuentro, Mary Carmen siguió volviendo cada cierto tiempo, cuando su economía se lo permitía, y no solo volvió ella, si no que me recomendó a mucha gente del barrio, conocía a muchas personas por su trabajo, es limpiadora y esto la relaciona con mucha gente.
Las pasadas Navidades entró en mi tienda y me preguntó si hacía vales regalo, tenía una amiga a la que la quería dar un detalle pero no se atrevía a escogerlo ella directamente.
—Sí, claro que hago, del precio que tu quieras.
—Hazme uno de quince euros —dijo poniendo tres billetes de cinco encima del mostrador.
—Perfecto.
—Bueno espera… ¿quince euros es muy poco no? —Su voz tenía un tono mezcla tristeza y mezcla vergüenza.
—Es más que suficiente para un detalle. —La miré sonriendo.
Ella, torció el morro y en silencio comenzó a contar con los dedos en un acto reflejo. Sabía lo que significaban esas cuentas, estaba apretando un poquito más su propio cinturón.
—Mejor pon veinte euros.
—¿Seguro? Quince, está bien.
Me sonrió agradecida por entender su esfuerzo, pero volvió a decir con toda la seguridad que pudo.
—Veinte.
Y ahí estaba enfrente de mí, aquella mujer a la que Mary Carmen con mucho esfuerzo, había querido agasajar, esperando impaciente, que yo le diera una respuesta a su pregunta.
—Total, para veinte euros ¿qué puedo comprar ?¿unos calcetines?
—Los veinte euros valen más que unos calcetines. —La miré directamente a los ojos para ver si lo entendía, pero no lo hizo. En vez de eso volvió a resoplar y añadió.
—Pues con estos precios… poco más.
Su mirada se veló por una milésima de segundo y me aventuré a pensar que tenía el mismo problema que Mary Carmen.
—El vale no caduca, puedes pensar qué necesitas y volver en unos días para las rebajas o más adelante, en el cambio de temporada… quizás veas algo que te guste en otro momento.
Sin decir nada más, recogió el vale que había tirado encima del mostrador y salió muy airada.
No volvió por la tienda, quizás estas navidades lo haga.
Texto actualizado, publicado Enero 2019 celebrando un año en WordPress
Muy bonito relato. Añoro a los vendedores de las tiendas de barrio de mi niñez, cuando todos nos conocíamos. Puede sonar a exagerado, pero algunos eran como parte de mi familia. Un abrazo y Feliz Navidad por adelantado.
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No suena a exagerado, a nosotros también nos encantan las tiendas de barrio, por suerte en Gijón aún quedan esas tiendas que llamamos «de toda la vida» dónde no solo te conocen a ti, si a no a tu familia. Gracias por tu sentir. Un abrazo, seguimos conectados!!
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