Había una vez alguien dentro de un museo frente a un inmenso cuadro.
Aquel alguien se acercó al cuadro todo lo cerca que pudo, quería distinguir hasta el más mínimo detalle de la pintura.
Tanto se acercó que pudo distinguir perfectamente la textura de la pintura. Era una mancha de color.
Se dio cuenta entonces que veía perfectamente la textura del color pero había dejado de distinguir la forma de la figura que formaba aquel color.
Tomó distancia y entonces la figura del cuadro tomó forma.
SIn embargo aquella figura formaba parte de una escena más grande que ahora no podía percibir.
Siguió danto pasos hacia atrás, alejándose del cuadro. Pudo ver la escena, y el cuadro, el marco en el que estaba, los otros cuadros que había en el resto de paredes, las salas.
Siguió alejándose, más y más, hasta que finalmente se encontró fuera del museo. Allí pudo contemplar el edificio que albergaba todos los cuadros, y la calle donde este se ubicaba en su ciudad.
Podía distinguirlo todo, tenía una perspectiva externa de todo, pero entonces reparó en que ya no podía ver el cuadro.
—¿Habrá alguna forma de ver el cuadro y el museo a la vez?
Se alejó de allí con aquella pregunta rondándole la cabeza.
•~…alusión en el texto, con esos matices que no se pueden dejar de contemplar…, quizás todos vamos observando desde adentro y terminamos afuera…~•
¡Saludos!
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Fantástico aporte 🙂 Gracias por estar y comentar!! Un abrazo, seguimos conectados!!!
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