– Es idiota.
– ¿Quién, tú?
– No, ella. La profesora, es idiota.
– Ah, lo de siempre…
– Me tiene manía.
Las dos niñas caminaban de vuelta a casa, cada mediodía hacían el mismo recorrido al salir de la escuela.
– No te tiene manía, es que no la entiendes.
– No, es que es idiota. No quiero hacer la estúpida comunión, yo no creo en nada de eso.
– Pues eso te digo, que no lo entiendes, por eso piensas que no crees.- Odiaba cuando su amiga se ponía en ese plan, y más al pensar que todo el mundo a su alrededor parecía verlo igual-. Tú llamas a las cosas de una forma y ella de otra, y hasta que no empieces a escuchar lo que te dice, no la vas a entender.
– Muy bonito, pero yo no creo.
– Si es que no se trata de creer, sino de mirar al sitio adecuado, y eso llega cuando tiene que llegar, no tienes que forzarte en creer nada, surge en el momento menos pensado. Es como cuando se encajan las piezas de un puzle y de pronto ves el dibujo. Y sólo pasa cuando dejas de culpar a los demás y empiezas a mirar dentro de ti.
– ¿A ti te ha sucedido? ¿Cómo fue?
– Haciendo pis.- Aquella respuesta era la última que esperaba recibir.- Estaba sentada en la taza escuchando el chorro y de pronto pensé que, por mucho pis que haga, nunca me voy a quedar completamente vacía de pis.
– Estás mal de la cabeza.
– Piénsalo. Eso significa que el pis de la primera vez que bebí agua se mezcla con el pis del agua que he bebido hoy y del agua que beberé cuando sea vieja. ¡Es todo el mismo pis! Y luego entonces empecé a pensar en que el pis se va por la tubería, y se va al mar, y se evapora, y cae en las montañas y lo volvemos a beber. Y así fue como, sin buscarlo, de pronto lo entendí.
– Y yo estoy peor por escucharte.
Se despidió de su amiga con un bufido, estaba enfada, o más bien frustrada, y en realidad no era con su compañera, sino consigo misma.
Aceptar aquello la hizo sentir mejor, porque en cierta manera significaba que lo podía controlar. En realidad le fastidiaba que todas su compañeras parecían entenderlo menos ella. La profesora solía repetir siempre el mismo discurso y a ella le aburría hasta el extremo de odiarla, desconectaba y terminaba recibiendo una reprimenda. Realmente la profesora no le tenía manía, más bien ella la provocaba, aunque eso no quitaba que fuera una idiota que no sabía hacerse entender
Caminaba perdida en sus pensamientos, cada vez más adentro, olvidándose del exterior, de culpas y de juicios, y así sin darse cuenta dejó de pensar y comenzó a sentir. Se vio a ella misma dentro de una burbuja, una esfera de luz con muchos colores que no se podía tocar, sólo ver. Dentro había comodidad, todo era plácido y cálido, era su espacio. Fuera de la burbuja esa sensación desaparecía. Allí había más personas, cada cual con su propia burbuja. Ninguna era igual, algunas eran grandes y otras minúsculas, pálidas o brillantes, grises unas y llenas de colores que no podía nombrar las otras.
La pequeña se había quedado casi hipnotizada con aquel baile de luces, caminaba absorta contemplando el mundo, hasta que un transeúnte frente a ella la hizo reaccionar. Venía en dirección contraria, dentro de una enorme burbuja multicolor tan grande que no dejaba espacio en la acera para nadie más, la colisión era inevitable.
Entraron en contacto pero no hubo choque sino que los colores se fundieron unos con otros, generando nuevos colores y, durante un breve instante, los espacios se compartieron con nuevas luces. Aquel hombre pasó a su lado y cruzaron una fugaz mirada de reojo, casi parecía sonreír. Se alejó dejando tras de si una estela, como hilos de colores que mostraban de dónde venían, el mismo hilo que se prolongaba hacia adelante mostrando el camino que habían de seguir las burbujas, como si fueran raíles. Observó que todas las esferas desprendían aquellos filamentos, incluso ella también los tenía. Parecía como si su camino estuviese escrito, sin embargo era el mismo camino que ella quería seguir. El camino de vuelta a casa, el de todos los mediodías, muerta de hambre.
La experiencia cesó cuando pensó en el plato de pasta caliente que ya estaría esperando en la mesa. Le contó emocionada a su madre la extraña experiencia que había experimentado y ella se alegró de que su hija por fin se hubiese librado de aquella venda que la estaba amargando en las últimas semanas previas a la comunión.
Al día siguiente la profesora hablaba a los padres durante la ceremonia de comunión. Ellos escuchaban orgullosos, de ver a sus hijos entrar en la complicada aventura de la madurez.
– El ritual que hoy aquí realizamos es un paso natural en todo ser vivo. Celebramos, en compañía de nuestros seres queridos, que somos conscientes de formar parte de la naturaleza tanto como ella forma parte de nosotros. -Todos los niños estaban alrededor de un gran roble plantado en el centro del jardín, descalzos-. Hace miles de años el mundo estaba cubierto de asfalto y hormigón. Por aquel entonces las personas caminaban con los pies calzados, separando su piel de la tierra con suelas de goma. No tenían contacto directo con la naturaleza y las corrientes electromagnéticas del planeta no fluían a través de ellos.- Observaba a su profesora hablar, la seguía odiando por ser igual de pesada pero ya no se sentía mal por ello-. Con este ritual recordamos la importancia de estar en comunión con el planeta que habitamos. Nos guste o no, los actos de los seres que en él habitan nos afectan a nosotros como nosotros les afectamos a ellos. Les definimos y nos definen. Por eso les damos gracias,a los que nos ayudan y los que nos causan mal- dijo esto último dedicándole una sonrisa cómplice, por un instante compartieron el chiste y las dos disimularon una sonrisa-, a todos ellos les damos gracias por hacernos lo que somos.
Terminó de hablar e hizo un gesto a los niños, todos dieron un paso al frente y después se arrodillaron. Extendieron la palma de la mano, tocando la tierra. Un latigazo de imágenes le recorrió el cuerpo al entrar en contacto con el suelo húmedo. Las raíces del árbol, las hojas, los animales, las montañas, los humanos, el viento y el mar, todo se dibujó en su cabeza al mismo tiempo, como un puzle que tomaba forma descubriendo la imagen partida en mil piezas.
– Enhorabuena. Habéis entrado en la madurez.
Sencillamente precioso!!!
nO estaría nada mal recopilar todos estos relatos en un libro.
Yo os animo a ello.
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a ello vamos!!! 😀
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Gracias eternas por el apoyo!!
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Esta si debería ser la primera comunión. Bonito relato..😊
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😉 Gracias por comentar. Un abrazo! Seguimos conectado
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