Las esferas de luz giraban infinitas suspendidas en el espacio, bailando alrededor unas de otras, en un ciclo eterno. Él las observaba absorto cuando se acercó ella.
– ¿Otra vez aquí? – preguntó la una.
– No lo puedo evitar, es mi naturaleza – respondió el otro.
– ¿Por qué, simplemente, no te largas y dejas de aparecer?
– Por que si yo me fuese, tú dejarías de hacerlo también…
– Quizá sea lo mejor.
Aquella conclusión siempre era la misma, pero sólo era una apreciación subjetiva, un juicio y esta vez querían llegar a una respuesta objetiva.
– Una vez fue así, ¿recuerdas?- continuó, pues aquello sí era un hecho empírico- Todo estaba en equilibrio, en calma y no había movimiento, las esferas no giraban, no sucedía nada.
– Tampoco había sufrimiento.
– No. No había sufrimiento, lo cual era terrible porque no había vida.- de nuevo habían vuelto a los juicios subjetivos, pero era inevitable, pues estaban ligados a las emociones.
– Ahora sufro cada vez más. Noto la angustia, el odio, la ira… La separación va a en aumento, la armonía desaparece, y duele…
– Lo sé.
– Haz que pare.
– Yo no hago nada, son ellos quienes deciden.
– Les alientas para seguir tu camino.
– Son ellos quienes eligen el trayecto rápido. Se dejan llevar por el impulso igual que sucede con estas pequeñas esferas. Todo tiene su principio y su final -sentenció el uno mientras dibujaba con el dedo una fina línea en la arena.
– No siempre -respondió la otra alargando la línea hasta convertirla en amplio círculo.
– Pero eso no lo pueden ver.
– Intentémoslo otra vez. Sin trampas.
– Sin trucos.
Se dieron un apretón de manos y con una sonrisa se fueron cada uno por su lado, justo antes de que una ráfaga de aire borrara el dibujo sobre la arena.
Fragmento de la Novela:
Dioses del Multiverso: La Armonía se Resquebraja