Porque la vida se saborea
a sorbitos, o en tragos largos
con café caliente
mojado en una larga charla.
Con té que se desliza en la garganta
al ritmo de la lluvia en el cristal.
Con ese sabor burbujeante
haciendo cosquillas al paladar.
Catarla en líquido dorado
bermellón, rosado, al crepitar
del fuego de una mirada.
Con zumo refrescante bajo
la caricia del sol del verano.
Sentirla transparente y pura
manantial de montaña.
Porque hay que saber beberla
disfrutando de cada textura
llenándote de olores, de esencias
paladear cada sorbo, cada segundo.
Cuando está plena y a medio trago
del primero al último,
reposando en la boca
relamiendo los labios
para dentro de un tirón.
Levantar la copa y sentir
miradas que abrazan, que sonríen.
Brindar por la vida, llena de vida.
bella expresión de la felicidad.
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🙂 Gracias AlonaDeLark! Seguimos conectados, un abrazo!
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La vida que no se paladea se enrancia: se convierte en bagazo fermentado.
Y no diré que «muy bueno» ni «me gusta», como se estila por estos pagos, porque un poema no es un bocadillo de calamares o un potaje de garbanzos.
Saludos
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Gran aportación!. Muchísimas gracias por comentar y por sentir. Que no se nos enrancie la vida! Un abrazo.
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